Nacido en una vereda de El Castillo, Meta, Dairo Gutiérrez González muestra con orgullo su diploma de médico general integral de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), de Cuba. Y se prepara para continuar estudiando y especializarse en Ortopedia y Traumatología, gracias a una beca otorgada por el gobierno de ese país.
Hoy, cinco firmantes de paz —como él— siguen sus pasos y comparten aula en la misma institución educativa, también con el anhelo de regresar a Colombia para mostrar cómo quienes firmaron el Acuerdo en 2016 le aportan a la construcción de paz. En este caso, desde el sector de la salud.
El testimonio de Dairo los anima, pues su camino no ha sido fácil. A los 13 años, en un entorno marcado por la violencia y la influencia de grupos armados en su territorio, Dairo tomó una decisión que marcó su juventud: se unió al frente 26 de las FARC-EP en 2003, impulsado por el dolor del homicidio de su padre, a manos de grupos paramilitares.
La selva, sin embargo, le deparaba un destino que no se imaginaba. Tras varios años en la guerrilla, fue trasladado al Estado Mayor del bloque que comandaba Jorge Briceño. Fue allí donde su vida dio un giro radical. "El camarada Jorge estaba impulsando los hospitales móviles del bloque Oriental... Él buscaba a los que tuvieran más nivel de educación. Yo le dije que había estudiado hasta séptimo, y me dijo: Usted se va a estudiar medicina”, expresa.
Durante siete años en las filas, Dairo se formó como paramédico, en las montañas de Colombia. Luego, realizó un curso de dos años más en ortopedia y traumatología, que despertó una pasión que se convirtió en su vocación. Este conocimiento adquirido en el medio del conflicto armado no se tiraría a la basura, se transformaría en la base de una nueva vida para él y su familia.
Es así como en septiembre de 2018, salió de Colombia hacia La Habana, con una maleta cargada de sueños, de expectativas, pero también llena de miedos e incertidumbres. El contraste de la montaña a la ciudad era un reto monumental: "Yo no sabía coger un bus, yo no sabía coger un taxi", relata. Sin embargo, la acogida de los profesores de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) y su propia determinación lo mantuvieron en pie, con una sola consigna en su mente: aprovechar las oportunidades.
"Al inicio algunos lloraban. Yo decía: ‘Esta oportunidad yo la tengo que aprovechar, esto es lo que me gusta.'... Si dejo esta carrera, sería como tirar a la basura esos siete u ocho años que estudié. Yo tengo mucho conocimiento que me va a servir en este camino y voy a continuarlo”, era lo que se repetía para sí mismo, en medio de la soledad que producía estar lejos de su familia.
Y pese a las asignaturas complejas que tuvo que cursar en sus estudios como médico, Dairo persistió y se graduó hace dos meses. Su formación en medicina no se detiene y, gracias a una nueva beca, Dairo iniciará su especialización en Ortopedia y Traumatología, un campo que lo apasiona y que le permitirá atender la alta tasa de este tipo de casos que se presenta en Colombia.
Para Dairo, su labor como médico es un aporte directo a la paz. Su sueño es regresar a las comunidades más apartadas que conoce de primera mano, aquellas donde los enfermos deben ser transportados a caballo, en hamacas, a través de trochas y por largas horas para recibir atención médica.
"Mucha gente piensa que porque una persona estuvo en la guerrilla, porque es excombatiente, piensan que uno nunca va a dejar ese camino. Es como una estigmatización. Y las personas merecemos una oportunidad... De verdad, los excombatientes que queremos salir adelante, que creemos en este proceso, tenemos mucho que dar a Colombia, a las comunidades, a la paz, y estamos seguros de que la paz es el mejor camino", es su mensaje final.