- La sabiduría ancestral de los pueblos indígenas está representada en la figura de la canoa que por los ríos colombianos va navegando y, en ella, la memoria y el viaje a una vida nueva.
En 2017, los hombres y mujeres que pertenecieron a la guerrilla de las Farc empezaron a entregar sus armas en actos simbólicos cuyo mensaje nos permitía a los colombianos comprender que la guerra estaba quedando en el pasado. Que el dolor de la violencia no debía seguirse padeciendo; el gesto de entregar los fusiles era el mensaje que la paz estaba venciendo, y que el tronar de esas armas iba cesando.
Más de 13.000 personas firmaron el Acuerdo que daría por terminado el conflicto de casi 6 décadas, y a pesar de las posturas de quienes no estuvieron conformes con lo pactado en La Habana, no fue impedimento para quienes pensaron en el diálogo como el camino negociado de una paz que con el tiempo fuera estable, duradera, y diera paso a la no repetición. ¡Y comprendieron que no era con fusiles! ¡Que el camino era el diálogo!
¿Qué hacer con las armas que tanto dolor dejaron en las heridas de la guerra?
El cambio en Colombia permitió poner la paz en el centro, para así pensarnos como una sociedad incluyente y garante de derechos para todas y todos; y ahí también la historia, la de los ancestros, la de nuestros pueblos indígenas y de nuestras tradiciones. El recordar y hacer memoria para trascender como nación nos ha permitido orientar un camino que conduzca a la construcción de paz.
¡Júbilo y alegría! Eso significa la palabra Kusi en lenguaje quechua. Mientras Kawsay, traduce vida. Esta combinación, 'Kusikawsay', fue representada en una obra de arte monumental que fue inaugurada en el Jardín de Esculturas de la Sede de Naciones Unidas en Nueva York.
La sabiduría ancestral de los pueblos indígenas está representada en la figura de la canoa que por los ríos colombianos va navegando y, en ella, la memoria y el viaje a una vida nueva, una vida en paz. Como testigo de la paz en Colombia fue valorada esta obra de arte que recogió 1,4 toneladas de armas que recibió Naciones Unidas tras la firma del Acuerdo del Teatro Colón y fue su metal fundido, el utilizado para construir a Kusikawsay, que, por décadas, estará en ese pedazo del Jardín de Esculturas, enseñándonos que no hay camino que pueda cruzarse al de La Paz.
El Presidente Gustavo Petro, desde Naciones Unidas reiteró que la implementación del Acuerdo de Paz nos llevará a un país con mejores condiciones y nos pondrá más cerca de una Paz Total en todos los territorios, donde la violencia sea parte del pasado.
Y fue el maestro colombo-chileno, Mario Opazo, quien evoca “la búsqueda común de un futuro donde la alegría y la vida prevalezcan sobre el dolor y la discordia”, esto, en palabras del Canciller Luís Gilberto Murillo, quien acompañó la inauguración.
Hoy, son 12.085 mujeres y hombres las que en todos los territorios de Colombia están apostando a la construcción de paz a través de un proceso de reincorporación que anima a aportar al país desde la educación, la reconstrucción del tejido social en lo comunitario, en la ejecución de proyectos productivos individuales y colectivos, así como en la participación política y la incidencia en los municipios y departamentos, para, con el tiempo, confirmar que el Acuerdo de Paz pactado en La Habana, fue la mejor decisión para un mejor país.
