Hace cinco años Mireya Herrera le dio un vuelco a su vida de 180 grados, dejó atrás las armas para reencontrarse con su familia, estudiar y tener una vida tranquila.
Mireya es una excombatiente de las Farc que se fue a las filas del grupo armado ilegal a los 23 años, creyendo en la promesa de que tendría dinero para mantener a sus dos hijos y que podría estudiar; sin embargo cansada de obedecer órdenes, de no tener libertad y no poder estar junto a su familia decidió desmovilizarse.
Con 36 años de edad, cinco hijos, estudios en el Sena, un trabajo independiente y muchas ganas de seguir avanzando, Mireya cuenta que abandonar las Farc, y unirse a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), fue la decisión más sabia que pudo tomar. "Al principio tenía mis dudas, me avergonzaba desmovilizarme porque todo el mundo iba a saber dónde había estado y pensaba en lo que me iba a decir mi papá de todo eso, pero gracias a Dios entendí que si quería recuperar el tiempo perdido con mis hijos debía hacer las cosas al derecho y cortar todo de raíz" cuenta.
Las cosas para Mireya no han sido fáciles, luego de desmovilizarse tuvo que soportar la muerte del papá de sus hijos por manos de otro grupo armado ilegal que según ella quiso tomar venganza. Ese momento tan crucial de su vida, donde tuvo que aceptar que ahora estaría sola con sus hijos la hace reflexionar sobre la importancia del diálogo y la reconciliación. "Yo a veces pienso que puedo estar hablando con alguien a quien le pude haber causado mucho daño, y me arrepiento porque sé cómo duele, yo fui victimaria y víctima a la vez, sin embargo sé que aunque no puedo cambiar el pasado estoy cambiado mi presente por mis hijos, mi padre, mis hermanos y yo".
A través de la oferta del Sena, la ACR vinculó a Mireya en varios cursos de manejo de alimentos, servicio al cliente y sistemas; sin embargo arreglar las uñas y el cabello es lo que realmente la hace feliz y el trabajo al que actualmente se dedica.
Mireya ahora tiene 5 hijos, es madre soltera y disfruta lo que hace porque le permite repartir su tiempo entre el trabajo y los niños. "Mis hijos son el motor, mi fuerza, la mayor alegría, son quienes a pesar de los problemas que se puedan presentar siempre están ahí para recordarme que el camino sigue y que si estamos unidos como familia todo estará bien", cuenta Mireya con lágrimas en sus ojos.
Mireya es uno de los 13.000 casos de personas que terminaron exitosamente su proceso de reintegración en el país gracias al apoyo de la ACR.