"Yo nunca pensé que me fuera a cambiar de uniforme". Con esta frase resumió Fernando* lo que representó para él, la fecha del pasado viernes 7 de octubre. Este joven, que nació en el departamento del Meta y que fue reclutado por la guerrilla de las Farc cuando era un niño de escasos 12 años, hoy tiene 21 y está dando pasos seguros en su proceso de reintegración a la vida civil, de la mano con la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR).
Fernando hace parte del grupo de 62 personas que, el pasado viernes, terminaron su paso por el Modelo de Reintegración Temprana en Entornos de Formación Productiva, que se desarrolló, durante tres meses en el norte del Valle del Cauca.
Este Modelo es una innovación dentro de la ruta de reintegración para excombatientes y lo que busca es que las personas que dejan las armas tengan la posibilidad, de una manera más ágil que por la ruta tradicional, de tener una formación técnica en algún campo de la producción, facilitando su reintegración económica. Adicionalmente, dadas las condiciones del modelo, que implica una permanencia en el entorno de tres meses, permite que los profesionales reintegradores realicen una intervención psicosocial más intensiva y también se dedica mucho más tiempo al componente de la formación educativa.
Fernando vivió durante estos tres meses en una finca en Roldanillo, con sus compañeros aprendió lo relacionado con la fruticultura y horticultura y se graduó como técnico en esta disciplina. Esta oportunidad que tuvieron estos colombianos, la gran mayoría jóvenes, reclutados por las FARC y el ELN siendo menores de edad, fue posible gracias al apoyo que esta iniciativa recibe por parte de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Valle del Cauca (SAG), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Junto a este joven, que sueña con estudiar derecho y ser un abogado, también se graduaron sus compañeros, vestidos de toga, con birrete y con un gallardete de flores blancas. Para casi todos ellos, el viernes 7 de octubre de 2016, quedará en su historia como el primer día que obtuvieron un grado, que marcharon al compás de la marcha de 'Aida' y que recibieron un diploma por ir a estudiar.
"Nosotros tenemos muchos sueños, queremos salir adelante y demostrarles a las personas que han confiado en nosotros que sí podemos cambiar", dijo Meylin*, una joven de 18 años, que estuvo en las FARC y que también hizo parte de este proceso.
Estos colombianos, que una vez estuvieron en la guerra, hoy son técnicos en fruticultura, agricultura y en gestión hotelera y gastronomía. El Instituto de Educación Técnica Profesional de Roldanillo (INTEP) se encargó de la formación técnica de estas personas. "Hoy sabemos sembrar frutas, aprendimos a trabajar la tierra y a recoger los frutos del esfuerzo que hemos hecho en estos tres meses", compartió *Andrés Camilo, otro de los jóvenes que tomaron la decisión de vincularse al modelo.
En el acto de graduación se armó una fiesta. Estas personas que se están reintegrando prepararon danzas, canciones y discursos. También compartieron un almuerzo y una torta de grado, cosas que nunca antes habían hecho, porque la mayor parte de sus vidas la habían pasado en las montañas de Colombia, camuflados, atrincherados, en medio del conflicto colombiano.
Ahora es que empieza la historia
Michael Torreano, director del Programa de Inclusión y Reconciliación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), les dijo a las personas que se graduaron, en un sentido discurso que "el libro de sus vidas apenas está empezando. Es aquí donde comienza el camino, este momento no es el fin, es la oportunidad de seguir construyendo".
Para Torreano, quien ha seguido este proceso y ha visto cómo estas personas están recuperando su proyecto de vida a través de la reintegración, este es un avance muy importante para el país y señaló la importancia de que las entidades aliadas y el Gobierno Colombiano no desista en su intención de darles oportunidades a las personas que dejan las armas.
Francisco Lourido, presidente de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Valle del Cauca (SAG), visiblemente emocionado, reconoció que este es un proceso donde se les devuelve la dignidad a muchas personas que habían perdido su condición de civiles colombianos por estar en medio de la guerra. "Este es nuestro aporte, pero hay que seguir trabajando, espero que muchos empresarios, de otras regiones, se vinculen a esta apuesta de construcción de paz. Verlos a ellos con sus togas, celebrando su grado, cumpliendo sueños que antes no se imaginaban, es un acto de devolverles la dignidad. La sociedad tiene mucho por hacer aún", concluyó el empresario.
Por su parte, Lucas Uribe, director programático de la ACR, resalto el esfuerzo y compromiso demostrado por cada uno de los graduados y concluyó su discurso diciendo: "Mil gracias por creerle a la oportunidad de construir otro país, mil gracias por este paso que están dando y por favor no dejen de caminar y de soñar. Este es el primer paso de un gran camino", expresó.
Fernando y sus compañeros continuarán con su ruta de reintegración, la cual puede durar hasta seis años y medio, sin embargo, el haber participado de este modelo, les da más herramientas para tener un empleo en un menor tiempo o iniciar un proyecto productivo y así tener ingresos económicos que les permitan sostenerse en la legalidad.
Ahora, Fernando, Andrés Camilo, Meylen, Jaiver, Angie, Isabel… todos ellos tienen más motivos para convencerse de que la guerra no era el camino, que haber dejado las armas, a las que llegaron por múltiples causas, en su mayoría ajenas a su voluntad, fue su mejor decisión y que ahora están aquí, haciendo parte de una sociedad que, si bien, no es perfecta, les está permitiendo, paso a paso, cumplir sueños, como ponerse una toga, un birrete de graduando y dejar atrás los días en que su uniforme era un camuflado.
*Los nombres completos de estas personas se mantienen en reserva por su solicitud.