Estuvo 20 años en las Farc y se desmovilizó para dejar atrás su pasado en la guerra y como hombre excombatiente. Siempre se sintió mujer, pero solo al dejar el grupo armado se enfrentó a sus propios temores para asumir su libertad y su verdadera identidad sexual.
Javier era un excombatiente que al dejar las Farc decidió enfrentar los miedos que suponen empezar una nueva vida en la legalidad, y también, dejar atrás su pasado como hombre para convertirse en mujer.
Durante 20 años, tiempo que perteneció a este grupo armado, tuvo que esconder su verdadera identidad sexual. Hoy, con 45 años, se asume como mujer ante la sociedad, bajo el nombre de Dayana, totalmente decidida a enfrentar las reacciones y miradas que despierta al pasar.
"Al comienzo hubo dificultades. Me daba miedo salir con pantalones adornados o maquillada porque pensaba que alguien me iba a golpear, pero no era sí. Tuve que romper la barrera del miedo y decir, es que esta soy yo. Tengo que ir así como yo quiero, como me siento feliz", asegura.
Consciente de que las barreras se las pone uno mismo, esta mujer afirma que el temor de ser estigmatizada como excombatiente era casi igual al miedo de ser rechazada en la calle por ser transexual.
Sin embargo, el proceso de reintegración a la sociedad ha ido en paralelo con su transformación gradual de hombre a mujer, y ha sido posible gracias a las personas que se ha encontrado en el camino. Dayana quiere dejar atrás su nombre masculino, Javier, y tener pronto su cédula de ciudadanía como Dayana. No quiere hacerse cirugías porque considera que traen riesgos, pero toma hormonas para poco a poco verse más femenina.
El paso por la guerra
Ingresó a los 25 años a la guerrilla de las Farc porque quería conocer las políticas de este grupo armado. Lo pensó muchas veces y después de varias charlas en las que participó y darle muchas vueltas en su cabeza, al final decidió unirse a las filas. Recibió entrenamiento militar y un fusil. "Pronto me di cuenta que eso no era lo mío y que uno pierde la juventud en el grupo", señala Dayana.
Dentro de la organización apoyó aspectos de finanzas y logística. Estuvo en Villa Rica, Tolima. En la región del Sumapaz; Cabrera, Cundinamarca; parte del Meta como la Uribe, Mesetas, Lejanías y la Julia, y por el Vichada en San José y otros caseríos.
En las Farc, no estaba permitido ser transexual. "Fui entendiendo que no podía darme el lujo de actuar como yo era dentro de la organización porque hubo un chico gay que fue fusilado por esto. No podía dar a conocer lo que era realmente porque iba a pasar lo mismo conmigo", afirma.
Por 20 años lo ocultó muy bien, e incluso estuvo con otras chicas como pareja para camuflarse. Solo una vez le gustó otro compañero que era allegado a los comandantes, pero nunca tuvo la oportunidad de tener nada con él.
La fuga y la reintegración
Hace 6 años, en 2010, después de 5 años planeando su salida del grupo armado, Dayana dio el primer paso para ser libre. "Tuve que estar toda la noche por el río Guayabal abajo, sin importar lo que pudiera suceder en el camino. Hubo personas que me ayudaron en el traslado de un lugar a otro. Llegué a La carpa, un caserío a la orilla del río, donde estaba concentrado el Ejército. Yo creía que de pronto me iban a matar, a echar al río o a tirar desde un helicóptero porque eso era lo que nos decían en el grupo, pero no fue así", relata.
En el hogar de paz del Ministerio de Defensa, donde las personas que se desmovilizan reciben atención humanitaria, Dayana conoció en Ibagué a una psicóloga que se llama Martha. Al comienzo no fue capaz de contarle que ahora que estaba en la libertad quería ser la mujer que siempre había soñado. Tiempo después le escribió una carta y le contó todo. Martha le ayudó a iniciar ese proceso de tránsito no solo a la legalidad, sino también al de convertirse en mujer plenamente.
Unos 3 meses después Dayana salió del hogar de paz y decidió radicarse en Bogotá para iniciar su proceso con la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), entidad encargada de dar herramientas a los excombatientes para que sean autónomos en la legalidad e inicien un nuevo proyecto de vida.
"No fue fácil para mí al principio, poco a poco fui viendo con quién podría hacer acercamiento en la ACR para contar que yo quería ser mujer", afirma. Las primeras personas que la ayudaron fueron Natalia y Kimberly, dos profesionales reintegradoras, quienes se encargan de acompañar el proceso de reintegración de las personas desmovilizadas.
Álvaro Gómez, otro profesional de la ACR también le brindó todo su apoyo. "Yo me encontraba en un momento muy difícil porque no sabía qué hacer. Quería hasta suicidarme en ese momento", asegura Dayana con nostalgia.
"Él me ayudó buscando un grupo de apoyo de personas transexuales, cuya sede es en Teusaquillo, y me pusieron en contacto con Laura, que era la guía del grupo", cuenta.
Dayana hace parte de las más de 49 mil personas que adelanta su proceso de reintegración, el cual dura en promedio seis años y medio. Próximamente finalizará su proceso y hará parte de los más de 15 mil que ya terminaron su camino hacia la reintegración.
Una mujer independiente y productiva
Dayana aprendió a coser a máquina para realizar las bolsas ecológicas, como parte de del proyecto de la ONU dirigido al colectivo LGBTI. / Foto: Comunicaciones ACR.
Tener la oportunidad de conocer otras personas que como ella, estaban en ese camino para visibilizarse como transexuales fue de gran ayuda para Dayana.
Con el tiempo llegaron nuevas oportunidades. Actualmente hace parte de un proyecto liderado por la ONU para apoyar a colectivos de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales -LGBTI, mediante la realización de bolsas de tela para disminuir el uso de bolsas plásticas. Aprendió a coser a máquina y con lo que gana se sostiene para vivir sola en un barrio del sur de Bogotá.
"Me siento feliz porque he ganado espacios. Por donde quiera que pase voy dejando amistades. En el barrio trato de relacionarme con la gente, con el respeto siempre de por medio", asegura.
Es la primera vez que públicamente revela que además de transexual fue combatiente, pero está convencida de que este es un proceso en el que debe ganarse la confianza de esa sociedad que alguna vez rechazó.
"Siempre he dicho que de pronto hay una parte de la sociedad que lo mira a uno como un bicho raro y que no están de acuerdo con el tema. Lo que espero es que haya respeto por lo que soy, un ser humano más", señala.
"Si yo me siento bien así, así tengo que vivir. Las condiciones de vida las escoge uno, nadie se las puede imponer. Si yo soy homosexual y vivo feliz por eso, así me siento y vivo bien", agrega.
Haber salido del grupo le ha dado a Dayana la libertad de ser mujer y ciudadana. "Cuando uno decide dejar un grupo armado es porque está en la disposición de asumir y respetar las reglas y la constitución", afirma.
Su familia, con la que tiene una relación distante, tampoco sabe que ahora se ha convertido en mujer. Por ser una familia religiosa y tradicional, tampoco espera que la acepten y comprendan. Sin embargo, vive agradecida con su familia por haberle enseñado a respetar a los demás y este es el mismo respeto que ella espera de otros.
"Aquí estamos nosotras, también somos sociedad", afirma enérgica y reivindicativa. Dayana sueña con el día en que en Colombia las personas como ella tengan la libertad de ponerse los tacones desde las seis de la mañana, sin ser observadas o discriminadas. Dayana sueña con el día en que ser excombatiente no cuente tanto. Dayana sueña con un país que no viva del pasado y como en el pasado, sino que construya un presente lleno de solidaridad, libertad y respeto.
Dayana sueña con el día en que en Colombia las personas como ella tengan la libertad de ponerse los tacones desde las seis de la mañana, sin ser observadas o discriminadas. / Foto: Comunicaciones ACR.