Estuvo en las Farc, dejó la guerra, y encontró en el deporte una oportunidad para rehacer su vida y demostrar todas sus habilidades de manera positiva.
Ruber ingresó a las filas del grupo armado a los 13 años en busca de una mejor vida, pero pronto se cansó y con el miedo y la zozobra que implica abandonar la guerra, decidió jugársela para reencontrarse con su familia.
Hoy, ocho años después, con 21 años de edad, habla con propiedad de la vida, de la importancia de la disciplina, de sus sueños y el amor por el hapkido (Arte marcial de defensa personal coreana).
"Yo me considero muy competitivo y me gustan todos los deportes, pero encontré en el hapkido mucha disciplina, cero groserías, nada de malas compañías; en general, un deporte que enseña demasiado", asegura.
El fuerte de Ruber en este deporte es el combate, y el salto alto y largo. Su primera medalla fue de plata y la obtuvo en Tocancipá, en la Copa Colombia de hapkido a los 16 años. Actualmente cuenta con cuatro trofeos y más de 60 medallas, todas obsequiadas a su padre.
La última competencia en la que ganó fue en Sogamoso hace dos años y hace dos meses recibió su cinturón negro 1° dan.
"Mi sueño es seguir aumentando la experiencia para ampliar el nivel y deseo tener mi propia academia de artes marciales", cuenta.
El proceso de reintegración a la sociedad de Ruber inició en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y al cumplir la mayoría de edad, ingresó a la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN).
"Antes me quedaba más tiempo de entrenar, lo hacía hasta cinco horas al día, pero como ahora trabajo solo entreno una hora, tres veces a la semana", explica. Sin embargo, cuenta que "después de lograr lo más difícil que era aprender, no me voy a dar por vencido hasta alcanzar mi sueño".
Ruber hace parte de las más de 3.000 personas en proceso de reintegración en el Meta y la Orinoquía. Espera recibir su unidad productiva y crear su propia academia.