Con la voz firme, la mirada en alto y el poder colectivo como bandera, más de 180 mujeres firmantes del Acuerdo de Paz y lideresas comunitarias culminaron el ciclo nacional de las Escuelas de Formación Política para Mujeres. Un proceso pedagógico, organizativo y profundamente transformador que, desde seis territorios del país, dejó sembradas raíces de liderazgo, incidencia y paz con enfoque de género.
Este proceso formativo impactó a 180 mujeres en 28 municipios de seis departamentos del país. A través de tres módulos —derechos humanos de las mujeres, mecanismos de participación, reincorporación e incidencia— las participantes fortalecieron sus capacidades políticas y organizativas, construyendo colectivamente 6 agendas de incidencia política como hojas de ruta para el cambio en sus territorios.
Desde Soacha (Cundinamarca), Cali (Valle del Cauca), La Montañita (Caquetá), Manaure (Cesar), Puerto Asís (Putumayo) y Tallambí (Nariño), estas mujeres se formaron como sujetas políticas, construyeron agendas de incidencia, y lideraron iniciativas territoriales que hoy fortalecen el tejido social, la reincorporación con dignidad y la democracia desde los territorios.
Las Escuelas no fueron solo espacios de formación: fueron plataformas de transformación.
Cada mujer que pasó por ellas se llevó más que conocimientos: se llevó confianza, sororidad, capacidad de propuesta y una red de apoyo para liderar procesos sociales, económicos y políticos en contextos profundamente marcados por la guerra, la exclusión y la desigualdad.
Las agendas construidas por estas mujeres son ya un insumo vivo para el país. Desde la exigencia de una vida libre de violencias, el acceso a tierra, empleo y autonomía económica, hasta el llamado claro a implementar con contundencia el enfoque de género en el proceso de reincorporación, las mujeres firmantes han demostrado que su liderazgo no es simbólico: es estructural.
“Esta Escuela nos permitió reconocer que unidas todas las mujeres podemos. Allá en el resguardo fuimos tímidas, después de esta escuela eso cambió, ahora tenemos una ruta para construir. El intercambio que tuvimos en Popayán con mujeres indígenas y firmantes fue un gran aprendizaje”, dijo Delicia Díaz, firmante de paz de Tallambí, Nariño.
Con la implementación de iniciativas construidas a partir de estas agendas —como jornadas de autocuidado, intercambios territoriales, ferias, procesos comunicativos, dotaciones y espacios de sanación—, las mujeres no solo se posicionaron públicamente, sino que reafirmaron su lugar como constructoras activas de paz en sus comunidades.
“Una escuela política feminista nos permite transformar nuestra vida, pero también transformar la sociedad. En la ARN no tenemos duda de que las y los firmantes son actores políticos. Y por esos sus procesos de formación contribuyen al arraigo a la vida civil y a la transformación política de este país”, afirmó Alejandra Miller, directora general de la ARN.
Una etapa en la que las mujeres firmantes no solo participan: inciden, exigen, proponen y transforman. Una etapa en la que su reincorporación se entiende como un proceso colectivo, político y feminista. Y, sobre todo, como una apuesta por una paz que no se negocia: se construye todos los días, con decisión, con dignidad y con enfoque de género.