Desde su casa en Miranda, Cauca, Rosby Melo y su pareja construyen una historia de transformación y reconciliación. Allí, en medio de las montañas donde se cultiva un café de alta calidad, ella da vida a capuchinos, malteadas y otros productos derivados del grano, como símbolo de su entrega, trabajo y esperanza de cambio.
Rosby es firmante del Acuerdo de Paz y desde 2019 encontró en el café, más que un grano y una taza, una historia que le apasiona contar y llevar por el mundo. Ella se ha convertido en una embajadora del café que cultivan los y las firmantes de paz en el Cauca. Un símbolo de esperanza que brota desde las montañas de este departamento.
Aunque nació en Florida, Valle del Cauca, desde hace más de cinco años el norte del Cauca la acogió para reconstruir su vida tras dejar las armas. “Salí algo desorientada.
Allá nos daban todo, y acá me tocó empezar desde cero, sola, sin casa, sin familia”, recuerda. Fue entonces cuando una propuesta cambió su rumbo: capacitarse en temas de café.
Un amor al primer sorbo
Ese primer acercamiento ocurrió en 2019, cuando gracias al Modelo de Entorno Productivo diseñado por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), ella, junto a 40 personas más, entre firmantes y comunidad, se formó como técnico laboral en producción y transformación del café. Ese fue el inicio de un camino de formación, emprendimiento y liderazgo.
Rosby se vinculó a la Federación Mesa Nacional del Café, una iniciativa nacida tras la firma del Acuerdo de Paz, que hoy agrupa a más de 30 formas asociativas y opera en ocho departamentos del país. Allí se promueve un modelo de producción cafetera con estándares de calidad, sostenibilidad ambiental y, sobre todo, memoria e identidad.
Gracias a la Mesa, Rosby se formó como barista en Tecnicafé, realizó una gira académica en España, se certificó como barista intermedio SCA (Asociación de Cafés Especiales por sus siglas en inglés) y ha sido imagen de varias marcas de café en ferias nacionales e internacionales. Su paso por Madrid, España, la llevó incluso a competir con catadores reconocidos, donde le ganó a una campeona con 10 años de trayectoria.
“Yo siempre digo que la caficultura me cambió la vida. Me dio seguridad, me permitió expresar todo el amor y el compromiso que tengo por medio de una taza de café”, afirma.
Y aunque el camino no ha sido fácil porque, al igual que otros firmantes, Rosby ha sido víctima de estigmas y prejuicios, ella hoy cuenta con orgullo como ha persistido en sus sueños. “Al principio había mucho rechazo en los espacios que uno participaba, en las ferias. Yo les digo: sí, fui firmante. Pero ahora mi arma es el café y la palabra. Muchas personas que me juzgaban, hoy me compran café y escuchan mi historia”, señala Rosby.
De esa manera, ella hoy impulsa marcas de café de distintas cooperativas, cuenta historias desde cada empaque y ha hecho del barismo una plataforma de visibilización y reconciliación. Con su proyecto productivo individual recorre ferias, eventos culturales y espacios institucionales.
“Mi arma ya no es un fusil. Es una prensa francesa, unas cucharas de cata y una taza humeante que lleva consigo una historia de paz”, dice orgullosamente.
El sueño de Rosby es abrir una cafetería propia, donde pueda capacitar a firmantes de paz, especialmente a mujeres, y crear una escuela de formación con enfoque de género y justicia social.
“Creo en la equidad y en que las mujeres también podemos tostar, catar, servir y liderar. Y creo en que la paz, al igual que el café, se cultiva con paciencia, compromiso y pasión”, puntualiza la firmante.